Informe 2024
¿POR QUÉ TUS INGRESOS NO TE ALCANZAN?
Noviembre 2024
Lo que el progresismo hegemónico llama “la ultraderecha” celebra la victoria de Donald Trump. Y el festejo se justifica, en tanto es una clara derrota del progresismo hegemónico. Pero para interpretar más propiamente la elección en EEUU, ha de ubicarse en su línea de tiempo, más extensa.
Pero este informe va al punto de fondo: RAZONES POR LAS QUE TUS INGRESOS NO TE ALCANZAN, sea quien sea presidente de EEUU, o de tu país. Vale la pena, aunque lo veas un poco largo.
En América Latina, y en general en todo Occidente, estamos a punto de pasar el primer cuarto del siglo XXI, sin resolver los nuevos problemas que le acompañaron cuando llegó, porque todavía no resolvemos el viejo gran problema, heredado del siglo XX: estatismo.
El problema no resuelto: estatismo
Hasta el siglo XIX se mantuvo la idea liberal clásica de “gobierno limitado” a sólo funciones de defensa y seguridad, administración de justicia, y obras públicas de infraestructura física, nada más. Por lo tanto, un gobierno también “limitado” en poderes y en recursos financieros para cumplirlas. Así, los mercados fueron libres de la intrusión del “estado” (gobierno, y la propiedad mayormente fue privada, no “pública” (estatal). Seguía Occidente los sabios consejos de Adam Smith sobre “la mano invisible” y la riqueza de las naciones, con libre comercio internacional y patrón oro clásico. Así hubo rápido crecimiento económico, ¡nunca visto hasta entonces!
Pero en el siglo XX el mundo entero giró a la izquierda, tras otros consejos nada sabios, de Karl Marx en el “Manifiesto Comunista” de 1848, reeditados en las dos Internacionales Socialistas, I y II, desde 1864 hasta hoy. Y a la vez llegaron las trabas al comercio internacional, y las guerras, que empezaron siendo arancelarias, pero enseguida escalaron hasta los campos de batalla, muerte y sangre.
Los gobiernos antiliberales, tanto de izquierda como de derecha mala (estatista), tomaron cada vez más y más control sobre trabajo, industria y comercio, agricultura y ganadería, transporte, dinero, banca y crédito, educación y salud, y las otras esferas, por naturaleza privadas, de la vida económica y social.
Las Agencias de la ONU y otras como la Unión Europea, hicieron tratados y acuerdos fomentando el estatismo a nivel mundial. Los gobiernos crecieron en poder, competencias, atribuciones y riquezas, y aumentaron la burocracia, el gasto “público” y los impuestos, la impresión de billetes sin respaldo, el endeudamiento, las promesas incumplidas, y la ingenua confianza de la gente crédula. El intercambio comercial entre naciones se hizo antipático, y se permitió sólo “regulado” y encadenado por restrictivos tratados de comercio que de “libre” sólo tienen el nombre. Y ahora, ni así lo quiere Donald Trump, enemigo del comercio internacional, ¡sea libre o regulado con tratados!
“Pacto Social” se llamó a la alianza antiliberal de la izquierda clásica con la derecha mercantilista (capitalismo de amigotes de los gobiernos). Aprobaron dos clases de leyes malas: “leyes sociales”, regulaciones e impuestos, que encarecen el producto nacional, y a la vez leyes “proteccionistas”, que impiden o encarecen la entrada del extranjero. ¡Por eso tus ingresos nunca te alcanzan!
Ni tú ni tu país tienen “problemas económicos”; tienen pésimas consecuencias económicas derivadas de problemas políticos no resueltos o mal resueltos.
Y los escollos se agravan por el círculo vicioso: cuando llegan inflación y desempleo, desahorro y desinversión, pobreza e indigencia, y los otros pésimos resultados, las izquierdas gritan “¡es culpa del capitalismo!” y arman guerrillas rurales y urbanas, o paros y huelgas, bloquean calles y carreteras, e inventan “planes sociales” y subsidios, echando más leña al fuego: otras leyes malas (y peores).
La solución para que tus ingresos te alcancen
Hoy en día tenemos suficiente evidencia empírica de 50 casos de transición del estatismo al capitalismo liberal y democrático, en unos 40 países, en las últimas 5 décadas. Hay un espacio interdisciplinario que los investiga en Ciencias Sociales: “Transitología”. En el Foro Liberal de América Latina estudiamos muy detenidamente estos 50 procesos porque no todos han sido exitosos. Esta es la conclusión:
Para que tus ingresos te alcancen hay que bajar los precios, y eso es reduciendo costos injustificados, derogando todas las leyes malas a fin de abrir amplias libertades. Se logra aplicando estas tres políticas públicas: 1) privatización masiva; 2) desregulación a fondo; 3) apertura de los mercados a la competencia, tanto interna como internacional, a fin de quebrar monopolios. Y en todas las cinco áreas o espacios de la vida social: gobierno, economía, educación, salud, y planes jubilatorios. Ese es nuestro proyecto Cinco Reformas, de tres políticas en cinco áreas y por eso lo resumimos en la fórmula “3 x 5 = 15”.
Y la clave para el éxito es un partido político reformista sólido, que sea oposición antes que gobierno, y que desde el Parlamento comience asomando el tema de las leyes malas y así preparando a la sociedad.
De esta manera, tus ingresos no solamente van a alcanzarte para el consumo, sino también para el ahorro. Y hasta podrás hacer tus inversiones: las inversiones nacionales. La “mentalidad de pobre” nos dice que esperemos a que vengan de afuera los “inversionistas extranjeros” a invertir. Porque el sistema y las leyes que padecemos no sólo nos impiden siquiera un nivel de consumo aceptable, sino que hacen del ahorro un lujo, y nos impiden invertir al grueso de los nacionales.
Sin embargo, los pocos intentos por revertir o siquiera contener el curso estatista en nuestros países, mediante una vuelta completa de timón, han sido muy tímidos y parciales, y por ende infructuosos. Y hasta contraproducentes, porque sus fracasos dejan mal al liberalismo ante la opinión. Por ej. en los ’90, última década del siglo XX, los “neoliberales” ensayaron con el insuficiente “Consenso de Washington”. Hicieron muy poco, y muy tarde. Sin éxito.
La respuesta de la izquierda, astuta, fue culpar al “neoliberalismo”, acusar a “los corruptos” y lanzar la histeria anticorrupción y el “lawfare” para embarrar la cancha e impedir la discusión de políticas públicas, bajo la consigna, que ahora es doctrina Bukele: “el dinero (para el estatismo) alcanza si nadie roba”.
La otra respuesta de la izquierda, más astuta: “Progresismo”
Ya en este siglo XXI, y para acallar el descontento, e impedir la discusión sobre economía que cuestione el estatismo, la izquierda se hizo “progresista”, ¡y cuanto más radical mejor!
Sin rectificar ninguno de sus ataques contra la economía en el siglo XX (“conquistas”), la izquierda lanzó la pelea por “nuevas causas”: feminismo salvaje antimasculino y transexualidad; ambientalismo irracional y antidesarrollo, sumado al animalismo; indigenismo y racismo antiblanco; Nueva Era y Posmodernismo; garantismo a favor del delincuente común; revisionismo histórico sesgado y caprichoso, entre otras. ¡Estos son los problemas que llegaron con el siglo XXI!
“Causas” nada nuevas, porque en ciernes ya se ven en las obras juveniles de Marx, antes de 1848; y por eso se llaman “marxismo cultural”. Políticas que la izquierda empuja duro contra la mayoría disconforme, y no con persuasión democrática, sino con fuerza y violencia, desde los gobiernos y las altas cúpulas del “globalismo” (Agenda 2030/2045), censurando, aplastando y humillando con odio y rabia al opositor. Y cubriendo todo tras la cortina de humo del relativismo de la “postverdad”, para no razonar con lógica.
Con justa razón, la mayoría silenciada está enojada y harta del tóxico progresismo “woke”. Y vota a candidatos como Trump en EEUU, Orban en Hungría, Meloni en Italia o Abascal en España, y otros antiprogresistas, descalificados como “de ultraderecha” por los medios hegemónicos. En su mayoría son nacionalistas o “soberanistas” y populistas de derecha, en contra del “globalismo”, ideología perversa, impulsora de un “panestatismo”: dirigismo y controlismo gubernamental absoluto a nivel planetario.
La “ultraderecha” antiprogresista no es uniforme
Pero Trump es enemigo del comercio internacional, incluso con tratados regulatorios, y va contra la globalización, un proceso benéfico, enriquecedor, pacífico y civilizatorio. No sólo con aranceles sino con “sanciones” diplomáticas, económicas, políticas y hasta militares; en contra del principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países, básico para la convivencia internacional y la paz mundial. Su socio político el Sr. Elon Musk es un mercantilista, enriquecido mediante beneficios especiales, favoritismo y turbia colusión estatista con el sector privado.
Bukele ni siquiera es de derecha sino de izquierda. Milita el “populismo punitivo”, la creencia en que todo se resuelve y arregla con cárcel. Por eso amenazó a los comerciantes “que suben los precios” con meterlos entre rejas igual que a los “mareros”, admitiendo desvergonzadamente parecerse a Hugo Chávez.
Milei es “anarcocapitalista”, y esto es garantía de confusión e ignorancia, y de odio a la política, las instituciones, la democracia y los partidos. Un partido político sólido es la clave; pero Milei ignora la evidencia empírica de la “Transitología”. Por eso no tiene partido ni fuerza en el Congreso, y así no puede derogar las leyes malas y hacer las grandes reformas liberales. Encabeza un gobierno variopinto, pleno de muchos estatistas de todo color, y lo único que hace es un “ajuste” macroeconómico sin reformas, lo que es mortal para la gente de a pie. A todos los liberales nos preocupa, porque el fracaso de Milei nos hace quedar muy mal, así como nos hizo quedar mal el fracaso de Bolsonaro, que no hizo ni una de las grandes reformas necesarias; por ello no llegó el bienestar, y lo que llegó enseguida fue el PT, con Lula Da Silva otra vez.
Pero la solución no es echar la culpa al otro de todo lo malo que sucede: a los gobiernos anteriores. ¡Mucho menos la mentira! La propaganda mileísta dice que el gobierno Milei es liberal, y es exitoso, y es novedoso. Pues no. Más allá de alguna verborrea retórica, su gobierno no es liberal, tal como con mucho acierto y verdad le señalan sus no pocos críticos liberales. Y por eso no es exitoso: sólo unos pocos privilegiados resultan con ganancias. Ni es novedoso, porque ya tuvimos en Argentina experiencias similares, y todas terminaron mal.
Pese a sus diferencias, en el “antiprogresismo” hay rasgos comunes, nada buenos: mucha incontinencia verbal; histeria anticorrupción y lawfare; caudillismo personalista y megalomanía narcisista; demasiadas promesas populistas de “soluciones” simplistas pero falsas; derivas autoritarias y a veces algo fascistas (sionismo radical); estilo buscapleitos y “camorrero”, con insultos, descalificaciones y amenazas; “fake news” y relatos mentirosos.
Otro rasgo común del antiprogresismo es que su mapa del mundo parece ser el de la “Guerra Fría” de los años ’50, sin registrar los cambios en Rusia y sobre todo en China, hoy segunda potencia mundial porque precisamente gracias al capitalismo 800 millones de personas salieron de la pobreza, y así el mundo se hizo multipolar.
Estas derechas malas contribuyen así al tóxico clima de odio y resentimiento que crearon las izquierdas, y fomentan la bipolarización emocional extrema, alegando ser en todo caso “el mal menor”. Y todo esto nos impide razonar desapasionadamente sobre políticas públicas y leyes empobrecedoras, ¡que es lo urgente!
¿"Pro vida"? ¿Anticomunismo?
Alegan ser “provida y profamilia”. O sea, están en contra del aborto y la ideología de género. Nosotros también: somos conservadores. Pero ellos casi no dicen nada de las leyes malas contra el libre mercado, que empobrecen a las mayorías, y destruyen la economía doméstica, nada menos que la canasta del hogar familiar, sin la cual matrimonio y familia se mueren de hambre.
Y más allá de la economía, nosotros vamos contra los monopolios estatales en educación, atención de la salud, y jubilaciones, causa de servicios “públicos” malos y “privados” caros en esos tres rubros, que son vitales. Por eso, ¡somos provida y profamilia al 100% y no por la mitad!
Alegan ser “anticomunistas”. Nosotros también somos de derecha, puesto que orden, justicia y libertad son nuestros valores. Sabemos que la izquierda es lo contrario: caos, injusticia y opresión; y por eso la combatimos. Pero democráticamente, como rival legítimo con derecho a competir en elecciones, ganarlas si son mayoría, y ser gobierno cuando suceda. No así el antiprogresismo, y por eso tiende a acusar de fraude sin pruebas cuando pierde elecciones, así como al odio, resentimiento y violencia, y al golpismo.
Para competir con la izquierda nos sobran argumentos ideológicos, históricos, científicos, políticos, de hecho, etc.; incluso abundantes argumentos bíblicos y teológicos para los interesados, siendo muchos de nosotros cristianos, católicos y no católicos. No así el antiprogresismo, que al parecer sin argumentos sólidos, recurre al encarnizado ataque personal, campo ya no de la política sino de la politiquería.
Nosotros vamos no sólo contra el marxismo cultural, sino también contra el marxismo clásico, creador del estatismo que le presta su base de sustentación, piso y apoyo: el poder. Miramos a las causas, a la raíz del mal. Aprendimos muy bien el marxismo, para quitarnos el socialismo. Para poder liberarnos de las cadenas que nos atan y esclavizan, es indispensable conocer muy bien la naturaleza y formas de las mismas, y los modos y maneras como nos fueron impuestas. Incluyendo obviamente nuestros propios errores y fallos.
La derecha antiprogresista mira las consecuencias y no las causas
El antiprogresismo habla de una “batalla cultural” contra la “nueva” izquierda. No es así. La izquierda, la misma y vieja de siempre, ahora está en otra etapa. Pero coherente con la tesis inicial de Marx y Engels, de que la economía es la base de la sociedad; y la política, el derecho, la cultura y la religión, son parte de “la superestructura”. En una primera etapa, siglo XX, atacó la base, mediante las leyes estatistas, y así tomó el control de las naciones. Y en este siglo XXI, y ya desde el poder, ataca “la superestructura”.
¿“Batalla cultural” sin cambiar las leyes? ¡Imposible! Porque la cultura es la respuesta de la sociedad a los incentivos, positivos y negativos (premios y castigos), establecidos en las leyes. Por eso, para cambiar una cultura, se requiere cambiar las leyes, realineando los incentivos. Así lo hicieron todos los partidos de izquierda, lamentablemente con éxito, desde hace más de 100 años. A nosotros nos cabe hacer lo mismo, pero al revés: a la derecha. El camino de salida, no es otro que el mismo de ida, pero en dirección inversa, o sea: de reversa. Si se prefiere en términos bíblicos, es “devolverse de sus malos caminos”, II Crónicas 7.14; o también el “retorno a las viejas sendas, para hallar descanso”, Jeremías 6:16.
El socialismo no fracasó: está inscrito a fuego en innumerables constituciones, leyes, acuerdos y tratados internacionales; y en las mentes de las elites dirigentes, y millones de personas que las siguen. Y los pasos para tan resonante éxito fueron cuatro: 1) crearon partidos de izquierda; 2) les dotaron de un programa de acción política: los 10 puntos del Manifiesto Comunista capítulo 2; 3) forjaron una liga o asociación internacional socialista; 4) postularon e ingresaron parlamentarios a los Congresos de cada país, con sus proyectos de nuevas leyes a promulgar bajo el brazo.
Los pasos que nosotros intentamos recorrer son los mismos: 1) creando partidos de la derecha liberal; 2) con un programa de acción política: derogar las leyes malas e impulsar las Cinco Reformas; 3) desarrollar el Foro Liberal de América Latina; 4) postular e ingresar parlamentarios a los Congresos de cada país, con el catálogo de leyes malas a derogar bajo el brazo.
Si Trump cumple su promesa de DEPORTAR VARIOS MILLONES DE HISPANOS a sus países de origen, sería una grandiosa oportunidad para SUMARSE A NUESTRO PROYECTO. ¡La “Operación Retorno”!
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